sábado, 7 de marzo de 2015

Els catets


Diari d’hivern (20)

Els catets.

…de tant en tant, gent que conec, amics i saludats, em conviden a dinar i es beuen, com si beguessin aigua, una botella sencera de vi negre mentre m’expliquen coses de les seves vides.

L’altre dia vaig dinar amb Erasme de Rotterdam que era a Barcelona de camí cap a Roma per a veure a Ciceró i a Homer que estava passant uns dies a Itàlia fent turisme i renegociant uns deutes que té amb uns bancs. Em va explicar que està escrivint un llibre que titularà Elogi de la follia i em va llegir un paràgraf que no em va agradar gens; el vaig trobar molt desafortunat, impropi d’ell, de la seva intel·ligència i la conseqüència malaurada de greus prejudicis morals característics dels puritans que no saben que ho són. Deia en l’escrit que em va llegir: “La classe més estúpida i menyspreable de totes és la dels comerciants, que exerceixen la més vil de les professions i de la manera més mesquina perquè, baldament tothora menteixin, perjurin, robin, enganyin i abusin, es consideren gent de primera categoria, tant sols pel fet de portar els dits carregats d’anells. Tampoc els falten frarets aduladors que els admirin i els anomenin “venerables” en públic, amb l’esperança d’obtenir una porciúncula de llurs males adquisicions”.

Què li podia respondre? Vaig optar per callar mentre el veia beure també, com si fos aigua, una botella sencera de vi negre. Val a dir que Erasme és amic de Ciceró i d’Homer que consideren com ell que els beneficis dels comerciants són la conseqüència directe de la mentida, l’engany i el suborn. Un punt de vista que no impedeix a l’advocat romà comerciar sense tacar-se les mans a través d’intermediaris.

Desideri Erasme de Rotterdam, aquest és el seu nom complert, sap, perquè fa molts anys que som amics, que sempre he estat un d’aquests comerciants que, com ell afirma, menteixen, enganyen i abusen, o al menys ho hauria de saber encara que sembla que se n’hagi oblidat al parlar-me com m’ha parlat. M’ha sabut greu la seva poca consideració i tacte, i que no recordés els relats dels meus viatges comprant pells pel Nord de Grècia, a les subhastes de mig món, i revenent-les després manufacturades per Espanya i Portugal. He donat més voltes a Espanya que els ciclistes de la Vuelta. També deu haver oblidat les moltíssimes ocasions en que li he parlat dels meus estimats amics jueus i les seves famílies escampades arreu. Ells són, els viatges i els amics, jueus i no jueus, els únics anells que llueixo als dits.

Sempre he pensat que una de les faltes, no només un error o un oblit, sinó un defecte greu de la immensa majoria de pensadors i filòsofs, dels artistes, pintors, músics i poetes, professors i de molts dels intel·lectuals, com ara es fan dir, és la seva ignorància, indiferència i desinterès sobre com es fan les coses i, naturalment, com es transporten, s’emmagatzemen i es conserven, de l’esforç, l’energia i l’enorme enginy emprat. Són ells, aquests pensadors geperuts incapaços de veure la seva pròpia gepa, i no pas els manobres i camàlics o els que es juguen el seu patrimoni, els qui es consideren gent de primera categoria.

I quines són les coses que m’expliquen de les seves vides aquests amics i saludats quan em conviden a dinar i es beuen, com si beguessin aigua, una botella sencera de vi negre? Gairebé el mateix que em diu la gent que entra a la meva botiga. Busquen un regal per a fer, em demanen consell i volen saber preus i descomptes, si els hi puc guardar durant un temps deixant una paga i senyal, que després vindran a pagar-lo, i si podran bescanviar el regal si resulta que no agrada a qui li regalen.

Erasme els volia dur un regal a Ciceró i un altre a Homer, i jo el vaig aconsellar que els hi regalés una de les meves corbates de cuiro negre, un objecte clàssic, antic i modern, senzill, sofisticat i elegant alhora i gens car, només 19 euros per peça. Em va fer cas i se’n va comprar també una  per a ell.

-----------------------------------------------

Diario de invierno (20)

Los catetos.

... De vez en cuando, gente que conozco, amigos y saludados, me invitan a comer y se beben, como si bebieran agua, una botella entera de vino tinto mientras me cuentan cosas de sus vidas.

El otro día comí con Erasmo de Rotterdam que se encontraba en Barcelona de camino a Roma para ver a Cicerón y a Homero que estaba pasando unos días en Italia haciendo turismo y renegociando unas deudas que tiene con unos bancos. Me contó que está escribiendo un libro que titulará Elogio de la locura y me leyó un párrafo que no me gustó nada; lo encontré muy desafortunado, impropio de él, de su inteligencia y la consecuencia desgraciada de graves prejuicios morales característicos de los puritanos que no saben que lo son. Decía en el escrito que me leyó: "La clase más estúpida y despreciable de todas es la de los comerciantes, que ejercen la más vil de las profesiones y de la manera más mezquina porque, en todo momento mienten, perjuran, roban, engañan y abusan, se consideran gente de primera categoría, sólo por el hecho de llevar los dedos cargados de anillos. Tampoco les faltan frailecillos aduladores que los admiren y los llamen "venerables" en público, con la esperanza de obtener una porciúncula de sus malas adquisiciones".

¿Qué le podía responder? Opté por callar mientras le veía beber también, como si fuera agua, una botella entera de vino tinto. Cabe decir que Erasmo es amigo de Cicerón y de Homero que consideran como él que los beneficios de los comerciantes son la consecuencia directa de la mentira, el engaño y el soborno. Un punto de vista que no impide al abogado romano comerciar sin mancharse las manos a través de intermediarios.

Desiderio Erasmo de Rotterdam, este es su nombre completo, sabe, porque hace muchos años que somos amigos, que siempre he sido uno de esos comerciantes que, como él afirma, mienten, engañan y abusan, o al menos debería saberlo aunque parece que se haya olvidado al hablarme como me ha hablado. Me ha sabido mal su poca consideración y tacto, y que no recordara los relatos de mis viajes comprando pieles por el Norte de Grecia, en las subastas de medio mundo, y revendiéndolas, luego, manufacturadas por España y Portugal. He dado más vueltas a España que los ciclistas de la Vuelta. También debe de haber olvidado las muchísimas ocasiones en que le he hablado de mis queridos amigos judíos y sus familias esparcidas por todo el mundo. Ellos son, los viajes y los amigos, judíos y no judíos, los únicos anillos que luzco en los dedos.

Siempre he pensado que una de las faltas, no sólo un error o un olvido, sino un defecto grave de la inmensa mayoría de pensadores y filósofos, artistas, pintores, músicos y poetas, profesores y de muchos de los intelectuales, como ahora se hacen llamar, es su ignorancia, indiferencia y desinterés sobre cómo se hacen las cosas y, naturalmente, cómo se transportan, almacenan y se conservan, del esfuerzo, la energía y el enorme ingenio empleado. Son ellos, estos pensadores jorobados incapaces de ver su propia joroba, y no los peones y mozos de cuerda o los que se juegan su patrimonio, quienes se consideran gente de primera categoría.

¿Y cuáles son las cosas que me cuentan de sus vidas esos amigos y saludados cuando me invitan a comer y se beben, como si bebieran agua, una botella entera de vino tinto? Casi lo mismo que me dice la gente que entra en mi tienda. Buscan un regalo para hacer, me piden consejo y quieren saber precios y descuentos, si puedo guardárselo durante un tiempo dejando una paga y señal, que luego vendrán a pagarlo, y si podrán canjear el regalo por otra cosa si resulta que no gusta a quien se lo regalan.

Erasmo ha querido llevar un regalo a Cicerón y otro a Homero, y yo le he aconsejado que les regalara una de mis corbatas de cuero negro, un objeto clásico, antiguo y moderno, sencillo, sofisticado y elegante a la vez y nada caro, sólo 19 euros por pieza. Me ha hecho caso y se ha comprado también una para él.




4 comentarios:

Marga dijo...

Ays, cada cual arrina el ascua a su sardina, le diría si estuviéramos compartiendo una espicha de sardinillas en cualquier playa del Norte. Y nos sería fácil comprobarlo.

Aunque me temo que la mala fama de los comerciantes viene más dada por la moral de la religión y el pecado de avaricia o la acumulación de riquezas. Ya sabe, aquella hipocresía que luego devino en una aguja y no sé que ojo y un rico. Algo así era o decían que dijeron. O no sé qué fariseos del templo y el monumental cabreo de aquel que llamaban hijo de dios. Ahí comenzó el declive de la profesión, cachis, aunque desde entonces ya ha llovido y a los comerciantes les salieron todo tipo de competidores en el mundo del pecado.

Claro que también podríamos irnos un poco antes y situarnos en el excedente de producción del neolítico y también nos las veríamos con el comercio y los antropólogos y esos prejuicios. El comercio transportaba conocimientos pero también desigualdades allá por el Calcolítico, sitúan. Nada es perfecto, ya.

En cualquier caso, el pecunio es el pecunio y cada cual se lo gana, juega o pierde como puede o sabe, incluido Erasmo. Y clientelismos tenemos todos. Ahí nos duele, ays de ays, que todos quisiéramos que la joroba la llevara otro pero cada cual carga la suya.

Que levante la mano quién no.

Me encanta esa corbata, es preciosa.

Besos y rutas de seda

El peletero dijo...

No porque haya mafias que trafiquen con personas debemos pensar que los viajes y los intercambios son malos por sí mismos. No porque se esclavicen mujeres para prostituirlas debemos considerar que las bondades del sexo son maldades. Ni la existencia de falsificadores nos debe llevar a desconfiar del Arte. ¿No le parece?

O que los yihadistas corten cuellos con cuchillos a palo seco no ha de hacernos pensar que haya que erradicar la ancestral y bonita industria cuchillera de Albacete, todo un símbolo hispano y de sus prácticas facas íberas.

Los beneficios ilegítimos del comercio no los han atesorado a lo largo de la Historia los comerciantes sino los Príncipes y Reyes con sus impuestos y sus aranceles, dificultando con ello la libre circulación de personas, bienes y servicios perjudicando de una manera criminal a la población más modesta y, por supuesto, los corruptos funcionarios de las aduanas con sus características mordidas que ya casi pueden llegar a formar parte de la tradición más entrañable e incluso del folclore como lo son las fiestas en los pueblos en los que se despeña desde el campanario a un novillo.

Las religiones hicieron, entre otras cosas, el papel que ahora hacen las ideologías, me refiero a Occidente, naturalmente, en otras partes la religión está que se sale.

Tiene razón, la corbata es preciosa.

Besos con mordida, en el buen sentido de la palabra.

Marga dijo...

Ya, a eso me refería, mi intención no era "culpabilizar" al comercio, sólo mostrar de dónde provenía su mala fama.

Por otro lado, como ya le he dicho, ninguna profesión o gremio deja de tener su lado turbio. No hay nada honorable en tener que ganarse la vida, me pareció siempre. Cigarra que le hubiera gustado ser a una, jeje.

El peletero dijo...

La he entendido perfectamente, querida Marga, y estoy completamente de acuerdo con usted aunque no comparto que sea malo ganarse la vida, lo que sucede es que la mayoría de las personas se la ganan de mala manera o en algo que no les gusta y eso martiriza a cualquiera. En cualquier caso yo no me considero ni cigarra ni hormiga y trabajando he llegado a ser muy feliz.

En relación al comercio piense que el Rey Don Jaime, Jaime I de Aragón, obtenía la mitad de los ingresos de la Corona de los impuestos al comercio marítimo de Cataluña, incluido, naturalmente, el tráfico de esclavos.

En aquella época el tráfico de esclavos cumplía dos objetivos, el de proveer a las buenas familias de servicio doméstico y el de obtener rescates de los esclavos capturados. Tanto en el lado cristiano como en el musulmán existían organizaciones caritativas que se proveían de fondos y donativos para pagar esos rescates y conseguir que los apresados volvieran a casa.

Besos rescatados.