sábado, 21 de noviembre de 2009

El peletero/Conversaciones con "El Gordo" (29)


14 Abril 2009

29. Cayendo.

Entonces deja que te cite el fragmento de una historia que pasa frente a espejos y debajo de puentes de hormigón, pesados y toscos al otro lado del Mediterráneo mirando hacia el sur y algo al oeste, es una cita de la novela “Déjala que caiga”, escrita por el norteamericano Paul Bowles.

Espera un poco, peletero, antes dime si has comprendido las definiciones de Bunge. Si las leemos con atención son evidentes y muy claras aunque utilice ese lenguaje preciso.

Son diáfanas, la realidad de algo se define por la existencia de otro algo. La presencia o ausencia de uno respecto al otro tiene la capacidad de modificarlos a ambos o a sí mismos. Esa es también una forma poética de decir que la soledad equivale a la nada. Siempre se dice que el ser humano se define por tener conciencia de sí mismo, es cierto, tanto como ser consciente del otro. El “yo” no se puede definir sin el “tú”, y viceversa. Y en ningún caso eso es dialéctica hegeliana ni oriental.

Sí, pero el placer y el dolor siempre son intransferibles. Alguna manera debe de haber de salvar la distancia inconmensurable entre los dos, alguna clase de material debe dar forma a ese puente. ¿El Amor es cosa de dos?

No sé, Gordo, quizás es como cuando uno se observa en el espejo, no sé, pero mira por dónde, ésa es una buena manera de introducir esa cita que te anunciaba.

Cítala pues.

“Era difícil saber cómo vestirse adecuadamente por la tarde. Sólo se sentía a gusto llevando dos clases de uniforme: un pantalón y una camisa o un traje de noche, lo cual estaba descartado. Finalmente se decidió por un traje de chaqueta negro con una esclavina de aspecto vagamente militar y adornada con una serie de alamares dorados. En la esperanza de parecer lo más burguesa y correcta posible, sacó una gargantilla de cuentas de oro y se la puso. Se tomó incluso la molestia de buscar un par de de medias y, por último, se calzó como pudo unos zapatos de casi cinco centímetros de tacón. Mirándose al espejo con profundo desagrado, se empolvó la cara con torpeza, dejando caer los polvos en abundancia por toda la parte delantera del traje, y se aplicó una cantidad mínima de lápiz de labios transparente”.

Es una cita demasiado larga, peletero. ¿Por qué siempre ridiculizas el físico femenino?, tus mujeres son torpes aunque bellas, siniestramente bellas, incluso cuando lo son por sí mismas sin necesitar de nadie, indulgentemente bellas, otorgando perdones o suplicando por su propia vida al juez de turno, a su amor, o aquel que pillan en un rincón. Mi Natalia era penosa, es cierto, aunque encantadora, era muy bella pero tenía el rostro perdido y el cuerpo olvidado, quería seducirme y no habría sabido cómo, tú lo hubieras impedido convirtiéndola en una mujer estúpida y abandonada. ¿Por qué lo haces?

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