Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
14. Conocer al león.
“Hay dos maneras de conocer al león, desde fuera y desde dentro. La primera significa permanecer en el Jeep, a una prudente distancia, con tus prismáticos, tu cámara fotográfica y tus pantalones cortos color caqui. También significa anestesiarlo, llevarlo a una mesa de operaciones, abrirlo en canal y mirar en su interior.
La otra manera de conocer al león significa convertirte en él. Con una buena droga de por medio o con un buen ritual de magia uno puede llegar a ser un león bastante presentable. Rugir como él, oler como él y cazar como él.
Estas dos, y no otras, son las únicas maneras que existen de conocer el mundo y las cosas que lo habitan, desde fuera y desde dentro. Los científicos han optado por la primera. Los místicos, alucinados y algún que otro virtuoso han optado por la segunda manera.” (El peletero ensimismado)
Einstein, ingeniosamente afirmaba que: “en la medida en que las leyes matemáticas se refieren a la realidad, no son ciertas; y en la medida en que son ciertas, no se refieren a la realidad”. Mario Bunge, en “Intuición y razón” sigue de lo anterior que: “si se trata de un conocimiento seguro, entonces no se refiere a los hechos sino a la forma; y si se refiere a la realidad es inseguro, corregible, perfectible. (…) Nadie, salvo los filosóficamente inmaduros o ingenuos, cree hoy en la posibilidad de una aprehensión total e inmediata de la verdad”.
Así pues la realidad tiene forma y la “razón” también. Si ese aserto fuera falso nadie podría escribir ni pintar, danzar o cantar.
Mario Bunge señala lo que venimos afirmando desde el principio, y también lo que B. Russell nombraba como “conocimiento por familiaridad”, y que él califica como “intuición sensible”, y de la que nos dice que: “de manera general no percibimos lo que no estamos preparados para descubrir. No hay como creer para ver”. Y que comprendemos a un autor cuando: “recurre a ejemplos y metáforas que excavan en nuestra memoria y excitan nuestra imaginación”.
Muchos han afirmado lo mismo de diferentes maneras, Emmanuel Berl repite que: “El artista no puede proceder por negación; cuanto mayor sea su potencia creadora, más imperiosamente resentirá la necesidad de admirar y le será preciso inferir en el pasado las obras que medita”.
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14H
-“Me respondes que cerca de donde se hallaba la obra, en el refectorio de Santa María delle Grazie, había la cocina de los frailes y que el humo y las grasas deterioraron la pintura. Que luego se hicieron obras y que los pies de Cristo llegaron a desaparecer y que todos estos avatares no formaban parte del futuro que le esperaba a Jesús tras la traición de Judas, y terminas diciéndome que debería escribirse el quinto Testamento que relatara estos hechos pictóricos tan nefastos y que también formaron y constituyen parte indisociable de su vida tras su Ascensión y que todos deberíamos conocer. Me sorprenden tus afirmaciones, no sé qué decirte, yo no lo hubiera dicho de la misma manera si es que hubiera dicho algo, pero creo que tienes razón.” (El hilo. Cartas a una amiga.)
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14M
-“A propósito de fantasmas que figuran tener cuerpo, una vez te leí: “(…) Ésa de la que no puedes ver todavía su rostro, a no ser que te acerques lo suficiente. Si lo haces, si te atreves a mirar, has de saber que corres peligro de muerte inminente. Y que lo sabrás enseguida al verla, sabrás que vas a morir irremediablemente en vida y que a pesar de eso, atrapado y angustiado, estás dispuesto a soportar tal condena. (…) Difícil trabajo ese de pintar, y más difícil todavía ese de enseñar para que miremos y no dejemos de mirar aquello que fue creado para ser mirado y escondido.” (“El peletero y el sexo”, el peletero)
Eso escribiste, pero lo hiciste queriendo hablar de mujeres sin que se notara, disimulando cobardemente al hablar de pintura. Todas somos vanidosas y nos agrada pensar que llegamos a ser la modelo de algún pintor que nos mira y no para de mirarnos. En cada pincelada vemos una alabanza, una caricia de sus ojos que resiguen el detalle más minucioso de nuestro cuerpo. Se nos eriza el vello al soñarlo. Me sería fácil hacer una metáfora con el pincel y sus pelos de marta cibelina teñidos de pintura y aceite, agua o pastel, y tú pintándome como los pintores que pintaba Picasso, desnudos Minotauros peludos y lujuriosos. Entonces háblame de Carmen Bastian, querido.” (La madeja. Cartas a un amigo.)
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