miércoles, 11 de marzo de 2015

La mort


Diari d’hivern (21)

La mort.

-          Alfred, t’he de dir una cosa molt important. 

-          No t’amoïnis, no cal, ja sé el què em vols dir, que el millor de les meves pel·lícules són les gèlides rosses que hi surten i que, com tothom, estàs perdudament enamorat de la Grace. És això, oi?

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Fa temps que li volia dir al meu amic Alfred que no m’agraden les seves pel·lícules, que en realitat no m’han agradat mai fora de The birds, algunes escenes de Vertigen basada en la novel·la  D'entre les morts de Boileau-Narcejaci, i aquella sèrie que va fer per a la televisió. Però és clar, l’Alfred no és pas un Alfred qualsevol, és ni més ni menys que l’Alfred Hitchcock. Qui és el valent, doncs, que li diu a la cara a un artista d’aquesta categoria que no li agrada la seva obra?

No m’atrevia a dir-li, entre d’altres coses per la nostra llarga amistat, em sabia greu, no el volia ferir i no sabia com s’ho prendria, si pensaria que era una falta de consideració o d’enveja, però al final, una nit, mentre sopàvem i després de beure’ns un parell de botelles de vi negre, li vaig deixar anar ben armat de coratge etílic el que considerava sobre les seves pel·lícules.

Per què no m’agraden les pel·lícules de l’Alfred Hitchcock malgrat les gèlides rosses que hi surten?

La resposta es troba en la substitució contemporània de la moral per la psicologia de la que l’Alfred n’era un mestre i que la seva obra en fa us en excés, és una substitució tan tramposa com corrompre el vi amb l’aigua de les fonts contaminades de la vella i republicana Roma.

Al dir-li tal qual i sense embuts el que pensava em va confessar mig disculpant-se i posant cara de sinceritat que el que ell realment volia era parlar de la mort, però que per fer-ho havia de col·locar inevitablement rosses gèlides en els papers protagonistes, germanes, novies, amants o mares víctimes de reals o freudians traumes emocionals, dones que ell presentava com les úniques culpables de la deriva vital i de la mala fortuna dels protagonistes masculins. Naturalment, vaig pensar que de nou em volia entabanar amb la lògica psicològica de pa sucat amb oli que tant èxit tenia de públic.

L’Alfred havia sentit campanes i no sabia d’on venia el so perquè era cert que en les seves pel·lícules es respira un ferum a difunt evident i on les dones protagonistes estan tallades en el gel que crema.

"Les patrícies representades en els frescos que van compondre els antics romans estan com ancorades. Romanen immòbils amb la mirada obliqua, en una actitud d'espera aclaparada i bocabadada, paralitzades just en el moment dramàtic d'un relat que ja no comprenem. Vull meditar sobre una paraula romana difícil: la fascinatio. La paraula grega phallós es diu en llatí fascinus. Els cants que l'acompanyen es diuen "fesceninos". El fascinus atrapa la mirada, que ja no podrà apartar d'ell. Els cants que inspira estan en l'origen de la invenció romana de la novel·la: la satura. La fascinació és la percepció de l'angle mort del llenguatge. Per això la mirada és sempre obliqua. "(El sexe i l'espant, Pascal Quignard)

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-          No, no és això el que et volia dir, estimat Alfred, de qui estic perdudament enamorat és de la Kim Novak.

-          Ah!, jo també! Per cert, què en penses de la mort?

-          Doncs...

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Diario de invierno (21)

La muerte.

- Alfred, tengo que decirte algo muy importante.

- No te preocupes, no es necesario, ya sé qué me quieres decir, que lo mejor de mis películas son las gélidas rubias que salen y que, como todo el mundo, estás perdidamente enamorado de Grace. Es eso, ¿verdad?

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Hace tiempo que le quería decir a mi amigo Alfred que no me gustan sus películas, que en realidad no me han gustado nunca fuera de The birds, algunas escenas de Vértigo, basada en la novela  D'entre les morts de Boileau-Narcejaci, y aquella serie que hizo para la televisión. Pero claro, Alfred no es un Alfred cualquiera, es nada menos que Alfred Hitchcock. ¿Quién es el valiente, pues, que le dice a la cara a un artista de esta categoría que no le gusta su obra?

No me atrevía a decírselo, entre otras cosas por nuestra larga amistad, me sabía mal, no quería herirlo y no sabía cómo lo tomaría, si pensaría que era una falta de consideración o de envidia, pero al final, una noche, mientras cenábamos y tras bebernos un par de botellas de vino tinto, le solté bien armado de coraje etílico lo que consideraba sobre sus películas.

¿Por qué no me gustan las películas de Alfred Hitchcock a pesar de las gélidas rubias que salen?

La respuesta se encuentra en la sustitución contemporánea de la moral por la psicología de la que Alfred era un maestro y que su obra hace uso en exceso, es una sustitución tan tramposa como corromper el vino con el agua de las fuentes contaminadas de la vieja y republicana Roma.

Al decirle tal cual y sin rodeos lo que pensaba me confesó medio disculpándose y poniendo cara de sinceridad que lo que él realmente quería era hablar de la muerte, pero que para ello debía colocar inevitablemente rubias gélidas en los papeles protagonistas, hermanas, novias, amantes o madres víctimas de reales o freudianos traumas emocionales, mujeres que él presentaba como las únicas culpables de la deriva vital y de la mala fortuna de los protagonistas masculinos. Naturalmente, pensé que de nuevo me quería embaucar con la lógica psicológica de medio pelo que tanto éxito tenía de público.

Alfred había oído campanas y no sabía de dónde venía el sonido porque era cierto que en sus películas se respira un olor a difunto evidente y donde las mujeres protagonistas están cortadas en el hielo que arde.

Las patricias representadas en los frescos que compusieron los antiguos romanos están como ancladas. Permanecen inmóviles con la mirada oblicua, en una actitud de espera anonadada, paralizadas justo en el momento dramático de un relato que ya no comprendemos. Quiero meditar sobre una palabra romana difícil: la fascinatio. La palabra griega phallós se dice en latín fascinus. Los cantos que lo acompañan se llaman “fesceninos”. El fascinus atrapa la mirada, que ya no podrá apartarse de él. Los cantos que inspira están en el origen de la invención romana de la novela: la satura. La fascinación es la percepción del ángulo muerto del lenguaje. Por eso la mirada es siempre oblicua.” (El sexo y el espanto, Pascal Quignard)

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- No, no es eso lo que te quería decir, querido Alfred, de quien estoy perdidamente enamorado es de Kim Novak.

- ¡Ah!, ¡yo también! Por cierto, ¿qué piensas de la muerte?

- Pues...

4 comentarios:

Isolda Wagner dijo...

Ya me parecía a mí que le gustaban las películas de nuestro amigo Alfred! Cierto que sus mujeres estaban cortadas por el mismo patrón casi hierático, pero estoy de acuerdo también en que Kim Novak interpretando a una elegante ladrona, enamora a cualquiera.
No es fácil hablar de la muerte, es consustancial al hombre, si va usted mirar, como pensar y reproducirse.
Estas dos cualidades suelen darse en privado. Pienso en la muerte conmigo misma y espero vivirla también en privado. Por más que piense no lo sabré, pero me llevaré el recuerdo en los talones, quién sabe!
Besos, siempre Peletero.

El peletero dijo...

Querida Isolda, no debo de haberme explicado bien o suficientemente bien, a pesar de decir explícitamente en el post que no me gustan las películas de Alfred Hitchcock, por si acaso lo repetiré de nuevo: no me gustan las películas de Alfred Hitchcock. Y así se lo dije a mi amigo en esa cena que comento. Él, como tiene retranca, ni se inmutó lo más mínimo, pero el caso es que se lo dije también clarito: Alfred, amigo mío, no me gustan tus películas.

Alfred, además de tener retranca es un tipo inteligente y ya sabía que no me gustan sus películas y que no me gustan precisamente por la razón que expongo, la substitución de la moral por la psicología. Él sabe todo eso aunque, la verdad, no sabe latín o lo recuerda con dificultad de la escuela y considera que los autores clásicos son un tostón. La realidad, sin embargo, es que Alfred tiene un agudo sentido del humor y de lo comercial y siempre ha pretendido hacer una obra de calidad que al mismo tiempo se venda bien y mucho, cuanto más mejor.

Por si se produce algún malentendido con eso de las rubias le recordaré que una rubia, aparte de ser el genérico de un tipo de cerveza, fue también un automóvil muy popular en los años cincuenta construido en parte en madera.

De nada.

Besos.

Una aclaración, la película Marnie la ladrona la interpretó Tippi Hedren, no Kim Novak

Isolda Wagner dijo...

Ciertamente no le entendí bien. Las "rubias" sí las recuerdo bien, eran unos coches preciosos
He visto odas las películas muchas veces y me parecen bien elaboradas, sin entrar en más profundidades. Y sigo confundiendo a los actores! No tengo remedio.
Besos, Peletero.

El peletero dijo...

Seguro que debo de haberme explicado muy mal, querida Isolda, no “s’amoïni”, a mí también me falla la memoria, pero todavía corre por casa un viejo Playboy en el que aparecía Kim Novak desnuda, un Playboy que no he olvidado ni podré jamás olvidar.

Besos.