viernes, 25 de septiembre de 2015

La dignitat i la vergonya.


Diari de tardor (2)

La dignitat i la vergonya.

Just a l’entrada de la meva botiga m’he trobat avui amb l’escena que mostra la fotografia de la capçalera, una sargantana urbana, una de petita, morta i devorada per les formigues que de mica en mica i de manera pacient i ordenada, quasi militar, l’han acabat transportant al seu niu. En el post anterior parlava d’una pota de cabra que no donava cosses com sí, en canvi, les donen les potes humanes, és una diferència important i decisiva perquè, com deia el sheriff d’Aquest país no és per a vells,  si amb els animals rés mai és segur, amb les persones ho és menys encara.

En Marc Àlvaro diu una cosa obvia en relació a la situació política present que s’està vivint a Espanya i que és la mateixa que s’ha viscut en tots els passats, presents i futurs de qualsevol època i país: el present col·lectiu és una simple qüestió de poder, de com es reparteix el poder, és a dir, els diners i els drets sobre els territoris, els propis i els aliens, i aquesta, paradoxalment i curiosa, no és pas una qüestió estrictament econòmica o tècnica, sinó emocional, perquè com també diu en Jordi Graupera del que es tracta és de decidir quina justícia volem els catalans, si l’espanyola o la catalana, donant per descomptat que són dues justícies diferents. Ho són? És evident que sí en relació en com es reparteix el poder a Espanya, és a dir, els diners i els drets sobre els territoris, els propis i els aliens. La justícia, però, igual que la realitat, no s’assembla mai a les idees que tenim d’ella quan a més de cega segurament també és sorda.

Quan en el passat referèndum de Grècia les autoritats europees pressionaven als grecs per a que votessin en un determinat sentit, tota la intel·lectualitat i progressia espanyola es va escandalitzar i estripar els vestits com si fossin vulgars fariseus en una pel·lícula barata de Setmana Santa reclamant equitat. Ara, la banca i d’altres poders fàctics amenacen als votants catalans amb l’Apocalipsi, mentint descaradament, manipulant les institucions de l’Estat amb les trampes i falsificacions més burdes, caient en la ineptitud i el ridícul més vergonyós davant de les càmeres de televisió, i ningú diu ni piu més enllà de l’Ebre.

La independència de Catalunya no garanteix res, ni el nivell de vida ni l’Estat del benestar, ni les pensions ni la prosperitat, ni la permanència a la UE ni la qualitat d’aquesta justícia ni com haurem de pagar el deute que ens pertoqui als uns i als altres, absolutament res està garantit si es dona el cas, perquè el futur per definició és incert, però no pas ho és el present i el present com el passat ens el coneixem perfectament, així doncs el que sí canviarà, si es dona el cas, és l’status quo, no en hi ha cap dubte, i això és ja una enormitat a més de ser una obligació moral, una qüestió de dignitat i de vergonya individual i col·lectiva que ens afecta i ens interpel·la a tots, als catalans i als espanyols també, perquè ells, de manera també individual i col·lectiva, igualment com nosaltres, han de saber i han de decidir de quina mena són la seva dignitat i la seva vergonya, de quin material estan fetes, si són d’alta qualitat, elaborades amb els millors materials morals i la més excel·lent de les manufactures ètiques com les meves polseres per home de pell autèntica que em fan a Menorca, o bé és una dignitat i una vergonya de saldo, barates o antiquades, merament contingents,  d’hidalgos ressentits que han perdut el seny i l’amor propi al perdre el patrimoni.

Nosaltres voldríem que la nostra dignitat i vergonya fossin iguals a les dels espanyols o a l’inrevés, seria el millor i el més desitjable, però això és una cosa que depèn de cadascú. Sigui com sigui, després de tantes primeres comunions i santes hòsties que han rebut i han repartit arreu, ara ja toca escollir què volen ser quan siguin grans perquè l’infància s’ha acabat i no tornarà.  No senyor, no tornarà, com els somnis que es deu haver endut a la tomba la sargantana morta que hi havia aquest matí a l’entrada de la meva botiga.

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Diario de otoño (2)

La dignidad y la vergüenza.

Justo en la entrada de mi tienda me he encontrado hoy con la escena que muestra la fotografía de la cabecera, una lagartija urbana, una de pequeña, muerta y devorada por las hormigas que poco a poco y de manera paciente y ordenada, casi militar, la han terminado transportando a su nido. En el post anterior hablaba de una pata de cabra que no daba coces como si, en cambio, las dan las patas humanas, es una diferencia importante y decisiva porque, como decía el sheriff de Este país no es para viejos, si con los animales nada nunca es seguro, con las personas lo es menos aún.

Marc Álvaro dice algo obvio en relación a la situación política presente que se está viviendo en España y que es la misma que se ha vivido en todos los pasados, presentes y futuros de cualquier época y país: el presente colectivo es una simple cuestión de poder, de cómo se reparte el poder, es decir, el dinero y los derechos sobre los territorios, los propios y los ajenos, y ésta, paradójica y curiosamente, no es una cuestión estrictamente económica o técnica, sino emocional, porque como dice Jordi Graupera de lo que se trata es de decidir qué justicia queremos los catalanes, si la española o la catalana, dando por supuesto que son dos justicias diferentes. ¿Lo son? Es evidente que sí en relación en cómo se reparte el poder en España, es decir, el dinero y los derechos sobre los territorios, los propios y los ajenos. La justicia, sin embargo, al igual que la realidad, no se parece nunca a las ideas que tenemos de ella cuando además de ciega seguramente también es sorda.

Cuando en el pasado referéndum de Grecia las autoridades europeas presionaban a los griegos para que votaran en un determinado sentido, toda la intelectualidad y progresía española se escandalizó y se desgarró los vestidos como si fueran vulgares fariseos en una película barata de Semana Santa reclamando equidad. Ahora, la banca y otros poderes fácticos amenazan a los votantes catalanes con el Apocalipsis, mintiendo descaradamente, manipulando las instituciones del Estado con las trampas y falsificaciones más burdas, cayendo en la ineptitud y el ridículo más vergonzoso ante las cámaras de televisión, y nadie dice ni pío más allá del Ebro.

La independencia de Cataluña no garantiza nada, ni el nivel de vida ni el Estado del bienestar, ni las pensiones ni la prosperidad, ni la permanencia en la UE ni la calidad de esta justicia ni como tendremos que pagar la deuda que nos corresponda a los unos y a los otros, absolutamente nada está garantizado si se da el caso, porque el futuro por definición es incierto, pero no lo es el presente y el presente como el pasado nos lo conocemos perfectamente, así que lo que sí va a cambiar, si se da el caso, es el status quo, no hay duda, y esto es ya una enormidad además de ser una obligación moral, una cuestión de dignidad y de vergüenza individual y colectiva que nos afecta y nos interpela a todos, a los catalanes y a los españoles también, porque ellos, de manera también individual y colectiva, igualmente como nosotros, deben saber y deben decidir de qué tipo son su dignidad y su vergüenza, de qué material están hechas, si son de alta calidad, elaboradas con los mejores materiales morales y la más excelente de las manufacturas éticas como mis pulseras para hombre de piel auténtica que me hacen en Menorca, o bien es una dignidad y una vergüenza de saldo, baratas o anticuadas, meramente contingentes, de hidalgos resentidos que han perdido el juicio y el amor propio al perder el patrimonio.

Nosotros quisiéramos que nuestra dignidad y vergüenza fueran iguales a las de los españoles o al revés, sería lo mejor y lo más deseable, pero esto es algo que depende de cada uno. Sea como sea, después de tantas primeras comuniones y santas hostias que han recibido y han repartido por todas partes, ahora ya toca elegir qué quieren ser cuando sean mayores porque la infancia ha terminado y no volverá. No señor, no volverá, como los sueños que se habrá llevado a la tumba la lagartija muerta que había esta mañana en la entrada de mi tienda.

4 comentarios:

Tot Barcelona dijo...

Cierto.
Salut

Bertha dijo...

Tienes mucha razón ojalá este domingo se de con la fórmula...

La dignidad es lo único que nos mantiene férreos a las convicciones.

Un abrazo.

El peletero dijo...

Gracias Miquel, Rey de Laconia 

Salut

El peletero dijo...

Las convicciones sirven, querida Bertha, para estar convencidos de algo después de un proceso de observación y reflexión, si hay que cambiar las convicciones se cambian y no pasa nada, la realidad cambia y no es bueno mantener convicciones que ya no corresponden a la realidad del presente que es diferente a otra del pasado. La dignidad y la vergüenza también sirven para eso, para cambiar lo que creamos conveniente cambiar y procurar, en la medida de lo posible, no ser víctimas ni esclavos de los prejuicios que todos, absolutamente todos, tenemos.

Pero ya se sabe que cuesta mucho ver las vigas en el propio ojo cuando detectamos, en cambio y enseguida, las pajas en los ojos de los demás.

La cuestión en este caso es que, según mi modesto parecer, el cambio en el status quo que creo necesita España se producirá con esta demanda de independencia que una parte de los catalanes desean y piden democráticamente para su país. En nuestras manos, en las de esos catalanes, en la de los otros catalanes pues catalanes somos todos y en la de los españoles está saber aprovechar este cambio para el bien de todos. Yo creo sinceramente que no solamente Cataluña lo necesita, también España debería salir beneficiada si sabe responder adecuadamente a esa pregunta que yo retóricamente hago sobre su dignidad y su vergüenza.

Saludos.