martes, 22 de diciembre de 2009

El peletero/Ángela (8 de 20)


10 Junio 2009

8. De cómo averigüé que quizás alguien seguía a Daniel.

Un jueves me tomé el día libre y esperé toda la tarde, apostado en una de las mesas del restaurante para verlo salir. Lo hizo a las ocho de la noche. Le seguí. Caminó dos calles, torció a la derecha, caminó tres calles más y se dirigió a una parada de taxis, tomó uno y se fue.

Hubiera podido subirse a uno de ellos antes, haberlo llamado en cualquiera de los cruces de calles que habíamos pasado. También había cerca una parada de metro de la línea que lo llevaba directamente hacia su casa. Esperé medía hora y le llamé por teléfono. Pregunté por un libro del que habíamos hablado en la cena. Le pedí si me lo podía prestar, me respondió que en aquel momento lo estaba leyendo su mujer, que en cuanto terminase me lo pasaría. En realidad lo llamé para averiguar si había ido directamente a casa o se encontraba en otro sitio.

Sí, allí estaba, en su casa. Pregunté por Cristina, le dije que quería saludarla, siempre lo hacía y aunque los dos sabíamos que nunca habíamos sido amigos ni nunca lo seríamos, manteníamos una relación educada. Ella sabía que yo estaba y estaría siempre de parte de Daniel. Nos saludamos correctamente, aparentamos unas palabras amigables y colgamos.

Aquel complicado itinerario que seguía al salir del portal parecía dar a entender que se escondía de alguien o bien que tomaba precauciones como hacen los espías en las películas. O quizás me figuraba que era así.

El siguiente jueves también lo esperé. El recorrido fue un poco distinto, pero ocurrió algo. Vi un automóvil que me recordó a otro automóvil. Anoté la matrícula. El otro jueves lo vi de nuevo, era el mismo automóvil. Dentro había un hombre. Los otros jueves también. Alguien le seguía. Pero quizás todo eran imaginaciones mías. No sabía qué hacer con aquella suposición, ni como confirmarla o desmentirla. Un auto lo esperaba a la salida del portal, lo seguía hasta que llamaba un taxi, y luego se iba tras él.

¿Lo seguía de verdad o era una pura casualidad?, ¿era alguien que más o menos hacía el mismo recorrido? La verdad es que parecía que estaba estacionado y que esperaba hasta que él salía del portal. Lo seguía a unos metros de distancia por una calle o por otra, él cambiaba su recorrido cada jueves y el auto también. Que él cambiase daba a entender que sospechaba o temía realmente que lo pudieran seguir. ¿Qué iba a hacer en aquel piso?

Tomé el metro, y en el trayecto pensé que todavía no había hecho algo obvio: mirar el listín telefónico para saber las personas que vivían en aquel portal. Debía encontrar uno en el que estuvieran listadas las calles, y en cada número de casa todos los abonados. La compañía de teléfonos ya no los editaba, pero en mi casa conservaba uno de viejo, de quince años atrás, no sabía si me podría indicar algo.

Al llegar lo busqué y lo hallé en el armario donde estaban los demás. Lo abrí y miré el nombre de los abonados que allí aparecían y que debían vivir en esa casa de apartamentos. Ninguno me dio una sola pista de algo. Nada. Preparé mi cena, vi algo de televisión, me acosté y al empezar la tercera página del libro que estaba leyendo en mi cama me quedé completamente dormido.

4 comentarios:

dyanna dijo...

Have a nice day and a wonderful new year!

Calle Quimera dijo...

Bon cap d´any, Peletero. Te deseo de todo corazón que cada uno de los días de 2010 te sonría, y que te dé motivos para sonreírle tú a él.

Molts, molts petons.

El peletero dijo...

Have a nice day and a wonderful new year you too, Dyanna.

El peletero dijo...

Bon cap d'any para vosotros dos también. Que el 2010 sea el mejor para vosotros.

Abrazos y besos para los dos.